Así que nos resulta extraño, en medio de esta vorágine, encontrar un hombro en el que apoyarse, un abrazo que te recoge, una mejilla a la que besar, unos labios que te rozan, una mano que te sujeta...un segundo siquiera para pensar en ello y hacerlo y sentirlo...
Y seguir luego con nuestras prisas pero sin olvidar, de vez en cuando, volver a los básicos.
Porque en agosto también hay tiempo para pararse, observar, sentir y sonreír ante escenas tan cariñosas como la que hace un tiempo presenciamos en el Metro.
Más abrazos y menos prisas, por favor.
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